Welcome to the Zungul. The lord of all indoors.
En el panteón de los grandes futbolistas, algunos nombres resuenan con una fuerza particular, evocando imágenes de habilidad deslumbrante, goles espectaculares y una personalidad que trasciende el deporte. Slavisa Zungul, conocido afectuosamente como Steve en Estados Unidos y apodado con reverencia Lord of all indoors, es uno de esos nombres. Su trayectoria, marcada por un talento innegable tanto en el fútbol once como en el fútbol sala/indoor, y sazonada por una audaz deserción y diversas polémicas, lo convierte en una figura fascinante e imborrable en la historia del deporte estadounidense.
Call me Slavisa. La brillante joven estrella del Hajduk.
Slavisa nace el 28 de julio de 1954 en Požarevac, Serbia, que entonces formaba parte de Yugoslavia. Muy joven pierde a su padre y cuando su madre rehace su vida con un hombre croata, esa mudanza a las cercanías de Split sería clave en la vida futbolística del joven Slavisa Ivanovic, que además recibe el poco común apellido de su padrastro, Zungul. Desde muy temprana edad demostró una afinidad especial con el balón y su talento natural lo llevó rápidamente a las filas del Hajduk Split, uno de los clubes más laureados de Yugoslavia, insignia del fútbol croata y club del que la familia Zungul eran aficionados. A los 16 años, ya era parte del equipo profesional, debutando en 1972 y consolidándose como delantero titular durante seis temporadas gloriosas. Tras una temporada completa bajo el comando de Branko Zebec, el Hajduk volvió a confiar en Tomislav Ivic como primer entrenador (había entrenado al club un partido en 1972), y el equipo despegó, jugando un fútbol rápido y espectacular que dominó la potente liga yugoslava.
En el Hajduk Split, bajo la batuta de Ivic, Zungul floreció. Su velocidad, su excepcional habilidad para regatear y su instinto goleador lo convirtieron en una pesadilla para las defensas rivales. Jugó un papel crucial en la conquista de tres campeonatos nacionales y cuatro Copas de Yugoslavia, dejando una huella imborrable en la historia del club. Su rendimiento estelar no pasó desapercibido a nivel internacional, y Zungul fue convocado en 14 ocasiones por la selección de Yugoslavia, llegando a disputar la Eurocopa de 1976.
En esos 6 años en Split, Zungul se convierte en una de los grandes talentos jóvenes del continente y cuando irrumpe en el equipo nacional, desde la posición de extremo izquierdo, todos vieron al sucesor del gran Dragan Dzajic. El del Hajduk no era un excelso regateador como el legendario jugador del Estrella Roja, pero lo compensaba con un olfato de gol tremendo partiendo desde una posición escorada. Como dijimos, Zungul forma parte de la selección yugoslava que ejerce de anfitriona en la Euro 76, seguramente el conjunto de semifinales, final y final de consolación de más nivel que nunca se haya jugado en ese torneo. Zungul participa, aunque el peso del equipo es para los veteranos que ya habían vivido la experiencia del Mundial 74. Yugoslavia, Checoslovaquia, Alemania Occidental y Holanda regalan cuatro partidos de altísimo nivel.
Fueron sus tremendas actuaciones en el Hajduk Split las que llevaron a Zungul a esa posición como joyita de la corona del fútbol yugoslavo (junto Vladimir Pizon Petrovic y el emergente Safet Susic). Tomislav Ivic había contruído un equipo extremadamente talentoso tras una década en la que el club había caído muy por debajo del nivel que había mostrado hasta los años 50. A inicios de los años 70, una generación excepcional de talento cayó en las manos de Ivic y este hizo magia. Partiendo del guardameta internacional Ivan Katalinic guardando las espaldas de una defensa en la que destacaban Ivan Buljan (famoso por ser el cerebro del equipo desde el lateral derecho, recurso inventado por Ivic para hacer que la presión sobre su eje creador fuese más difícil, y que fue copiada por equipos y entrenadores en años posteriores), Dragan Holcer, Vilson Dzoni y el joven Luka Peruzovic. Drazen Muzinic, Jurica Jerkovic y, sobre todo, el gran Branko Oblak eran los motores del conjunto en el centro del campo. Arriba, Ivica Surjak y el propio Zungul formaban un ataque técnico, rápido y con calidad a espuertas. Y por detrás, esperando para hacer su debut en 1976, estaban los famosos gemelos Vujovic, defensor y atacante, que serían habituales de la selección durante más de una década. Había talento para parar un camión e Ivic no sólo los moldeó para dominar Yugoslavia (dos ligas, cinco copas), sino que quiso pasearlo por Europa.
Durante estos años y merced a sus victorias en el terreno local, el Hajduk se convirtió en uno de los equipos de moda en Europa. Diversas participaciones en Copa de Europa y Recopa lo convirtieron en protagonista de duelos memorables. Junto al Saint-Etienne, los de Split se convirtieron en un outsider temido en el fútbol europeo. Quizá no podían ganar el torneo, pero sí podían eliminar a cualquiera. Su estilo atacante, rápido y agresivo los convertían en un hueso en Split. Tras haber alcanzado las semis de la Recopa, los de Split llegaron a cuartos del mismo torneo y de la Copa de Europa. Míticas fueron sus eliminatorias contra el PSV y el Saint-Ettiene. Contra los franceses en la ida, el once de Ivic pasó como un ciclón sobre el césped del estadio Plinada. 4-1 inapelable con un gol de Zungul, que fue una pesadilla para los defensores galos. En la vuelta, en uno de los encuentros más míticos de la década, les Verts dieron la vuelta a la eliminatoria en un Geoffroy-Guichard en éxtasis. 4-1 al final del tiempo reglamentario con un desarrollo idéntico al del partido de ida. Con un Hajduk reventado físicamente, Yves Triantafyllos marcó su segundo gol y eliminó a los franceses. En la edición siguiente, en los cuartos de final, el club yugoslavo vivió otra eliminatoria similar. Fue superior a un gran PSV (que ganaría la UEFA dos años después y contaba con estrellas como Jan van Beveren, Ralf Edström, Willy van der Kuijlen o los gemelos van de Kerkhof) en casa, con un 2-0 cortesía de Mijat y Surjak. En Eindhoven quince días después, veía como los holandeses igualaban la eliminatoria en los 90 minutos para sentenciarla en la prórroga con el definitivo 3-0 de van der Kuijlen, el máximo goleador histórico de la liga holandesa. Como ocurría con tantos otros equipos yugoslavos, tanto de club como de selección, el Hajduk demostró talento indudable y capacidad para derrotar a grandes equipos, pero quizá falta de sangre fría u oficio para dar ese paso extra que separa a los buenos de los grandes equipos. El fútbol yugoslavo ganaba muchas batallas, pero pocas guerras. No pun intended.
Durante esta época, Slavisa se convirtió en uno de los jugadores favoritos de la afición, no solo por lo que hacía en el campo, sino también por su carácter y estilo de vida fuera de él. Zungul era un tipo desenfadado al que era habitual ver en bares y discotecas, siempre rodeado de mujeres bellas y famosas. Sin embargo, a pesar de su éxito y reconocimiento en su país natal (se le comparaba con Gerd Müller), Zungul albergaba un deseo profundo de explorar nuevos horizontes. Las estrictas regulaciones deportivas yugoslavas de la época impedían a los jugadores transferirse al extranjero hasta cumplir los 28 años y completar el servicio militar obligatorio. A estas alturas, como casi cualquier jugador destacado de la Europa del Este, Slavisa ya estaba recibiendo ofertas de Europa Occidental, especialmente de Inter y Milan, y a ellas había que sumarle la amenaza del soccer estadounidense. La NASL empezaba a pagar dinero fuera de mercado y Zungul parecía cada vez más impaciente por probarse en ligas más competitivas y, sobre todo, mejor remuneradas. Así que ideó un plan audaz: desertar de Yugoslavia y probar suerte en el naciente fútbol indoor profesional de Estados Unidos.
Call me Steve. Rockstar a tiempo completo, goleador a tiempo parcial.
En 1978, a la edad de 24 años y con 177 goles en su zurrón, Zungul aprovechó un permiso que su club le concedió para acompañar a su novia Moni Kovacic (¿cantante? ¿modelo?) a Estados Unidos para desertar. Allí recibió la llamada de Don Popovic, ex jugador del Hajduk, que entrenaba a los New York Arrows y se había enterado de los problemas de pagos que estaba sufriendo Zungul en Split. En una época en que New York era sinónimo de Cosmos, los Arrows representaban la ambición de una versión del fútbol que iba a crecer exponencialmente y a ganar fama en Estados Unidos. Slavisa firmó por ellos para jugar en la Major Indoor Soccer League (MISL). Su intención inicial era jugar en el fútbol indoor durante un tiempo y luego dar el salto al North American Soccer League (NASL), la liga de fútbol once más importante de Estados Unidos en aquel entonces. Sin embargo, su repentina partida y su negativa a regresar a Yugoslavia desataron una tormenta mediática en su país. El Hajduk Split, furioso por la traición de su joven estrella, orquestó una campaña de desprestigio, tildándolo de traidor, desertor y borracho. Lo cierto es que, según Popovic, los Arrows llegaron a ofrecer 200000 dólares al club por el transfer de Zungul. No quería robárselo al Hajduk. Yo amo al club, llegó a declarar Popovic. El Hajduk rechazó la oferta y además solicitó a la Federación Yugoslava de Fútbol (FSJ) que utilizara sus conexiones con la FIFA para vetar a Zungul de cualquier competición afiliada al organismo rector del fútbol mundial, algo para lo que había numerosos precedentes. La FIFA no trataba bien a los desertores ni a los refugiados. Es más, ¿distiguía la FIFA ambos términos?
Esta sanción de la FIFA resultó ser un obstáculo significativo para las aspiraciones de Zungul en el fútbol tradicional. Prácticamente todos los clubes de fútbol del mundo estaban afiliados a la FIFA, obviamente, lo que le cerró las puertas a un posible traspaso al NASL en un futuro cercano. Forzado por las circunstancias, Zungul se concentró en el fútbol indoor, un deporte que, aunque menos prestigioso en términos tradicionales, le ofrecía una plataforma para exhibir su talento y ganarse la vida.
Y vaya que lo hizo. El soccer indoor se jugaba dentro de un rink de hockey, había sustituciones ilimitadas, cambios de líneas y sanciones de varios minutos en una jaula. Las tácticas, sin embargo, bebían también del baloncesto, del que los entrenadores sacaban bloqueos o defensas zonales. Se le llamó, entre otras cosas, pinball-soccer o disco-soccer (en los descansos y los tiempos muertos, en el pabellón se pinchaban temazos que mantenían el ambiente por todo lo alto). Los americanos lo amaban y, especialmente en mercados pequeños, llenaron pabellones durante casi una década para disfrutar de un juego mucho más adecuado para sus gustos.
En el ambiente frenético y de ritmo del fútbol indoor, con sus paredes que permitían que el balón permaneciera en juego constantemente, la habilidad de Zungul para el regate en espacios reducidos, su visión de juego y su abanico de definiciones ante la portería alcanzaron nuevas dimensiones. Se convirtió en la superestrella indiscutible de la MISL, un jugador que parecía operar en una liga aparte, a un nivel MUY superior al de todos los demás. Había nacido Steve Zungul. Que los yankis pronuciasen su apellido como jungle sólo convertía sus cánticos en algo aún más apropiado para el estilo salvaje del yugoslavo.
Su debut con los New York Arrows fue un presagio de lo que vendría. En el partido inaugural de la liga, Zungul anotó cuatro goles en la victoria de su equipo sobre los Cincinnati Kids. A partir de ahí, desató una era de dominio sin precedentes. Los Arrows, liderados por la magia de Zungul, se convirtieron en la primera dinastía de la MISL, conquistando los primeros cuatro campeonatos de liga de forma consecutiva.
El impacto de Zungul en el fútbol indoor fue asombroso. Su nombre se convirtió en sinónimo de goles espectaculares, jugadas imposibles y récords que parecían inquebrantables. En la temporada 1980-81, anotó la increíble cifra de 108 goles en tan solo 40 partidos, superando al segundo máximo goleador de la liga por 58 tantos. Al año siguiente, volvió a superar la centena, con 103 goles. Su capacidad para marcar era tan prolífica que parecía tener el control absoluto sobre el marcador. Convengamos que, en un fútbol con tantos elementos del hockey, los números registrados por los jugadores también se iban a parecer a aquellos que Wayne Gretzky o Mike Bossy marcaban en la NHL en esa época.
Más allá de los goles, Zungul era un jugador total. Su visión de juego le permitía asistir a sus compañeros con pases precisos y creativos, acumulando también un impresionante número de asistencias a lo largo de su carrera. Su racha de 76 partidos consecutivos anotando puntos (gol o asistencia), desde 1978 hasta 1981, es un testimonio de su consistencia y su influencia constante en el juego. Incluso llegó a anotar tres goles en un lapso de tan solo 37 segundos en un partido en 1982, una hazaña que subraya su capacidad para cambiar el rumbo de un encuentro en un abrir y cerrar de ojos.
Los reconocimientos individuales no tardaron en llegar. Zungul fue nombrado Jugador Más Valioso (MVP) de la MISL en seis ocasiones, un récord que aún se mantiene a lo largo de todas las diferentes denominaciones que ha tenido la liga. Y eso que en su primer año acabó a las piñas con Shep Messing, el célebre portero ex del Cosmos, porque consideraba que le había robado un trofeo al mejor jugador que él merecía. Según Messing, tras la pelea acabaron saliendo de fiesta juntos. También lideró la MISL en goles en seis temporadas diferentes, consolidando su reputación como Lord of all indoors. Su habilidad para anotar goles decisivos en momentos cruciales y su liderazgo dentro y fuera de la cancha lo convirtieron en un ídolo para los aficionados y en un referente para sus compañeros.
A pesar de su éxito bajo techo, la llama del fútbol once seguía ardiendo en el interior de Zungul. En 1983, después de una larga batalla legal, logró que la Corte Suprema de los Estados Unidos revocara la sanción impuesta por la FIFA. Finalmente, Slavisa, la estrella del fútbol yugoslavo, dejaba de lado a Steve y volvía a calzarse las botas de tacos.
Zungul fichó por los Golden Bay Earthquakes del NASL, donde demostró que su talento se mantenía a pesar de los años alejado del césped. En su primera temporada al aire libre desde 1978, terminó tercero en la tabla de goleadores de la liga. En 1984, lideró la NASL en goles y fue nombrado MVP de la liga, un logro notable considerando su largo periodo alejado del fútbol de campo.
Sin embargo, la alegría de Zungul por su regreso al fútbol fue efímera. En 1984, la NASL, que ya estaba herida de muerte a nivel financiero, se disolvió dejando a Zungul, en la cima de su carrera, sin una liga en la cual competir. Esta abrupta conclusión de su etapa en el fútbol de campo fue una decepción ya que el yugoslavo todavía estaba en su prime y seguramente podría haber seguido dominando la competición a ese lado del charco.
Tras el colapso del NASL, Zungul regresó al fútbol indoor, jugando para los San Diego Sockers y los Tacoma Stars, antes de volver a los Sockers para sus últimas temporadas como profesional. Continuó dominando la MISL, añadiendo más títulos de liga y récords a su ya impresionante palmarés, al tiempo que empezaba a dar la alternativa a posibles sucesores como el brasileño Tatu (él único capaz de discutirle su status como el mejor de siempre), el canadiense Branko Segota o el yugoslavo Preki, al que luego veríamos como internacional estadounidense en el Mundial del 98.
Cuando finalmente se retiró en 1990, Steve Zungul dejó tras de sí un legado imborrable. Se marchó como el máximo goleador histórico de la MISL, con un récord de 652 goles y 471 asistencias. Su total de 1123 puntos es una marca que parece inalcanzable. Su impacto en el deporte fue tan significativo que en 2023 fue incluido en el Salón de la Fama del Fútbol de Estados Unidos, un reconocimiento merecido a una carrera legendaria que abarcó dos disciplinas del fútbol y cautivó a un país.
Más allá de sus estadísticas y sus logros deportivos, Slavisa Zungul fue una figura carismática y controvertida. Su audaz deserción de Yugoslavia y su franqueza dentro y fuera de la cancha lo convirtieron en un personaje único. Su ego, a veces pronunciado, era inseparable de su confianza en su propio talento. Como él mismo dijo en una ocasión: Soy impredecible. Eso me hace interesante. Tan impredecible que el que fuera terror de las discotecas y bares a ambos lados del Atlántico vive hoy, a sus 70 años, una vida tranquila y lejos del foco mediático en el sur de California, en una pequeña ciudad llamada apropiadamente Escondido.